
Consecuencias de conducir bajo los efectos del alcohol
Cuando una persona conduce bajo los efectos del alcohol es una de las decisiones más peligrosas que se puede tomar. El alcohol altera profundamente nuestro cuerpo y nuestra mente, disminuyendo la capacidad de manejar con seguridad y aumentando el riesgo de sufrir o causar un accidente.
En lo físico, el alcohol reduce el campo visual, lo que significa que el conductor no percibe con claridad lo que ocurre a su alrededor. También perturba el equilibrio, y los movimientos se vuelven menos precisos. La resistencia física disminuye, aparece la fatiga con mayor rapidez y, además, el cálculo de distancias se vuelve erróneo. Todo esto se traduce en una pérdida de control frente al volante. A ello se suma que los reflejos se vuelven más lentos, aumentando el tiempo de reacción. Un segundo de demora puede ser la diferencia entre esquivar un obstáculo o provocar una tragedia.
En el plano psicológico, los efectos son igual de peligrosos. El alcohol genera un falso sentimiento de invulnerabilidad, llevando al conductor a subestimar los riesgos reales. También surgen la impaciencia y la imprudencia, mientras la atención disminuye notablemente. Esa mezcla de exceso de confianza y falta de control convierte al conductor en un peligro latente para sí mismo y para los demás.
El alcohol y la conducción son una combinación letal. Los efectos físicos y psicológicos del alcohol merman nuestras capacidades y nos convierten en un peligro para nosotros mismos y para los demás. Por eso, la decisión más inteligente y responsable es: si vas a conducir, no consumas alcohol; y si has consumido alcohol, busca alternativas seguras para llegar a tu destino. Tu vida y la de los demás valen mucho más que unos tragos, desde TRANSROCA, queremos que cuides de ti.
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